Más allá del personaje-creatura, del personaje-figura: caducidad de la noción de personaje
Victor Viviescas
Florianópolis, v.4, n.53, p.1-23, dez. 2024
de la acción o del desempeño del personaje en la acción (Aristóteles, 1980, p. 53).
Si esta formulación de Aristóteles establece el marco general de
comprensión del personaje, de su estatuto en la ficción dramática, de su función
y de lo que lo caracteriza, es cierto que, dentro del mismo marco, se darán también
transformaciones de diferente grado, así como se plantearán críticas a esta
vinculación de personaje, acción y figuración representacional, hasta impugnar,
eventualmente, incluso la primacía de la acción sobre el carácter. En relación con
la representación escénica, es decir, con el momento de puesta en escena y
encuentro con el público, Patrice Pavis (1996) privilegia en la definición del
personaje el ser la encarnación por parte del actor para que este logre la presencia
en el escenario —puesto que el personaje toma del actor su cuerpo, sus rasgos y
la voz, creando así la ilusión de fusión total entre uno y otro—, al mismo tiempo,
nos recuerda que el personaje “comenzó no siendo más que una máscara [
persona
en latín] que correspondía al rol dramático en el teatro griego”3, a partir del cual el
personaje sufre un conjunto de transformaciones históricas. Pavis (1996) identifica
una serie de las que llama “metamorfosis históricas del personaje”, de las que
quizás la más emblemática sea la que describe el tránsito de la comprensión del
personaje como
persona
, es decir, máscara, en el teatro griego —en el que el
personaje está claramente desprendido del actor, quien es solamente su
ejecutante y no su encarnación—, hasta las diferentes modalidades de
identificación del actor con el personaje, en las que el actor encarna al personaje
y este deviene en una entidad sicológica y moral, igual a los hombres de la vida
real, de quienes se convierte en su imagen (Pavis, 1996, p. 247-248).
Pero, desde nuestra perspectiva, es quizás Robert Abirached (1994) quién
establece de manera más precisa y sistemática la caracterización del personaje
dentro del marco global de la mímesis aristotélica; su puesta en crisis, una primera
vez, en la mímesis burguesa del siglo XVIII y, una segunda vez, tal vez definitiva, en
la crisis de la representación que afecta al teatro europeo en el tránsito del siglo
XIX al XX, en lo que varios autores denominan precisamente la
crisis del drama
,
autores a los que haremos referencia a continuación.
3 Excepto cuando sea anunciado, todas las citas y perífrasis de las fuentes originales en francés son traducción
del autor del artículo.