DOI: 10.5965/2175180307142015116
http://dx.doi.org/10.5965/2175180307142015116
Resumen
Con el enfoque en las representaciones literarias de la infancia, este artículo reflexiona sobre la memoria colectiva cubana en su dimensión transnacional y diaspórica. A partir del año 1959, la sociedad cubana está marcada por numerosas oleadas migratorias al curso de la revolución cubana y la formación de un estado socialista. Desde que el régimen castrista se dirigió hacia una ideología rígida, muchos cubanos han vivido una desilusión con las esperanzas revolucionarias. La reflexión sobre una isla en el proceso de volverse un espacio recluido en vez de liberado es un tema recurrente en la literatura cubana contemporánea. En el marco de una lectura comparativa, se analiza Todos se van (2006), de Wendy Guerra, y El mañana: memorias de un éxodo cubano (2006), escrita por la periodista Mirta Ojito, que vive en los Estados Unidos. Estas novelas autobiográficas muestran como se entrelazan la reconstrucción narrativa de la infancia con el momento histórico de una diasporización creciente de la sociedad cubana en los años 70. Las escritoras cubanas no sólo reconstruyen el mundo perdido de su infancia, sino también tratan de recuperar la(s) historia(s) de una nación diseminada en el mundo.
Palabras clave: Infancia; Literatura Cubana; Diáspora; Memoria Colectiva.
Abstract
Focusing on literary representations of childhood, this article reflects on the Cuban collective memory in its transnational and diasporic dimension. Since 1959, Cuban society is marked by numerous migratory waves in the course of the Cuban Revolution and the formation of a socialist State. Since the Castro regime leaded to a rigid ideology, many Cubans have lived a disappointment with revolutionary hopes. The reflection on an island in the process of becoming a confined space instead of a freed one is a recurring theme in contemporary Cuban literature. As part of a comparative reading, we have analyzed Todos se van (2006), by Wendy Guerra, and El mañana: memorias de un éxodo cubano (2006), written by journalist Mirta Ojito, who lives in the United States. These autobiographical novels show how the narrative reconstruction of childhood are interwoven with the historical moment of a growing diasporisation of Cuban society in the 70's. The Cuban writers not only reconstruct the lost world of their childhood, but also try to recover the(s) history(ies) of a nation spread in the world.
Key words: Childhood; Cuban Literature; Diaspora; Collective memory.
Resumo
Com foco nas representações literárias da infância, este artigo reflete sobre a memória coletiva cubana em sua dimensão transnacional e de diáspora. A partir do ano de 1959, a sociedade cubana é marcada por numerosas ondas migratórias no curso da revolução cubana e da formação de um estado socialista. Desde que o regime castrista se encaminhou para uma ideologia rígida, muitos cubanos viveram uma desilusão com as esperanças revolucionárias. A reflexão sobre uma ilha no processo de tornar-se um espaço recluso em vez de liberado é um tema recorrente da literatura cubana contemporânea. Com base em uma leitura comparativa, analisam-se Todos se vão (2006), de Wendy Guerra, e El mañana: memorias de um éxodo cubano (2006), escrita pela jornalista Mirta Ojito, que vive nos Estados Unidos. Estas novelas autobiográficas mostram como se entrelaça a reconstrução narrativa da infância com o momento histórico de uma diasporização crescente da sociedade cubana dos anos 1970. As escritoras cubanas não somente reconstroem o mundo perdido de sua infância, mas também tratam de recuperar a(s) história(s) de uma nação disseminada no mundo.
Key words: Infância; Literatura cubana; Diáspora; Memória coletiva
Hoy d�a, Cuba es uno de los pa�ses con el porcentaje m�s alto de emigrantes, si se cuenta que entre el 15% y el 20% de su poblaci�n total vive fuera de la isla (cf. NUEZ, 1998, p. 28). En este siglo XXI, cuando ya se ha celebrado el 55 aniversario del triunfo de la Revoluci�n cubana, la di�spora a�n crece continuamente. Algunas de las numerosas oleadas migratorias que han tenido lugar desde que el r�gimen castrista asumi� una ideolog�a r�gida, han tenido las caracter�sticas de �xodo escandaloso, si pensamos por ejemplo en el as� llamado �xodo de Mariel, de 1980. Ese a�o, miles de cubanos ocuparon la embajada de Per� para pedir asilo y presionar al r�gimen la autorizaci�n de salir de Cuba. Cuando Castro cede a esta presi�n, 125 000 cubanos �que m�s tarde ser�an llamados marielitos� salen en barcos desde el puerto del Mariel rumbo a Miami. La fuga a trav�s del mar ha sido un leitmotiv de la historia cubana contempor�nea. No solo a trav�s de botes sofisticados, manejados por traficantes, sino por medio de r�sticas embarcaciones llamadas balsas. En los a�os 90, el colapso del bloque socialista de Europa del Este caus� en la isla una crisis econ�mica y social tan aguda (el llamado “per�odo especial”), que provoc� un aumento masivo de salidas y, en agosto de 1994, la famosa crisis de los Balseros. Unos 35 000 cubanos arriesgaron sus vidas en el intento de llegar a las costas de los Estados Unidos en esas balsas improvisadas.[1]
Tales momentos hist�ricos de emigraciones masivas se han grabado en la memoria colectiva de los cubanos, una memoria que no s�lo se forma dentro de la isla. La tenemos que considerar tambi�n en una dimensi�n transnacional y diasp�rica. En este contexto, la literatura desempe�a un papel esencial como medio que (re)construye y recupera la memoria cultural dentro y m�s all� de las fronteras nacionales (cf. ERLL, 2011). Enfocar�, aqu�, dos obras de corte autobiogr�fico de escritoras cubanas contempor�neas: Todos se van, de Wendy Guerra, autora que escribe en La Habana pero publica en Espa�a,[2] y El Ma�ana: memorias de un �xodo cubano, de Mirta Ojito, periodista que vive en los Estados Unidos. Adem�s de la fecha de publicaci�n com�n, 2006, ambos relatos autobiogr�ficos se sit�an en la misma �poca: la infancia en la Cuba de los 70, a�os marcados por una creciente divisi�n social entre los que se van y los que se quedan. Esta divisi�n no solo se debe a conflictos econ�micos sino tambi�n a los ideol�gicos,[3] que culminan en el �xodo de Mariel. A continuaci�n, analizar� c�mo ambas autoras reflejan lo que quiero llamar la diasporizaci�n creciente de la sociedad cubana a trav�s de sus memorias de infancia. En este contexto, me interesa reflexionar sobre la formaci�n de una memoria colectiva que �tanto dentro como fuera de la isla� se constituye a la vez como memoria diasp�rica, caracterizada por el af�n de reconstruir la historia cubana en la b�squeda de una identidad personal y colectiva.[4] Esta b�squeda concierne tambi�n a la configuraci�n de una “comunidad imaginada” en el sentido que le da Benedict Anderson (1983).
No es de extra�ar que la memoria diasp�rica de la literatura cubana se entrelace, en muchos casos, con la reconstrucci�n narrativa de la infancia, al ser esta �ltima, la infancia, el lugar, el tiempo y el s�mbolo de un origen perdido. “He pagado un precio muy alto por crecer sola mientras todos se marchaban de la isla. Me fueron abandonando poco a poco [...]; estoy fuera del mundo” (GUERRA, 2006, p. 9), dice la protagonista de Todos se van. Este “estar fuera del mundo” revela que la representaci�n literaria de la infancia no sirve para constituirla como un estado id�lico y carente de conflictos, sino m�s bien para destacar que las fracturas, separaciones y desilusiones forman parte integral de la infancia, especialmente cuando ella est� afectada por el poder autoritario de un r�gimen como el de Cuba.[5]
Los an�lisis siguientes se basan en tres preguntas: �c�mo se inscriben estos conflictos vividos en las dos novelas autobiogr�ficas?, �qu� papel desempe�a la perspectiva de la ni�ez con respecto a la formaci�n de una memoria colectiva en su dimensi�n transnacional? y �de qu� manera las escritoras intentan recuperar la(s) historia(s) de una naci�n diseminada en el mundo a trav�s del g�nero autobiogr�fico, sea testimonial o ficcionalizado?
Toda(s) la(s) historia(s) en el diario
En la autobiograf�a ficcional de Wendy Guerra la infancia est� representada por medio del diario. Esta forma de narraci�n �ntima crea una cercan�a con el lector, reforzada por la autenticidad que la perspectiva infantil puede aportar. Esto se realiza estil�sticamente a trav�s de un lenguaje sencillo, frases cortas y el uso del presente: “un lenguaje desnudo y efectivo” desde “la mirada de una ni�a inusualmente l�cida y sensible”, como propone Lilian Fern�ndez-Hall (2007, s.p.). El diario es el alter ego y el interlocutor de la protagonista Nieve Guerra, quien a su vez puede ser considerada el alter ego de la autora, que re-ley� sus diarios de infancia y juventud escritos entre 1978 y 1990 para convertirlos en una novela autoficcional.[6] Por lo tanto, en este proceso de reescritura la infancia narrada se ubica en el intersticio que queda entre la realidad y la ficci�n. Charlotte Michel considera esta autoficci�n como una novela de iniciaci�n que retrasa la evoluci�n de la protagonista en forma de “una qu�te identitaria”. No obstante, destaca tambi�n que “esa b�squeda no va del no saber al saber, de la inocencia a la madurez, sino que desemboca en una desubicaci�n total del personaje” (MICHEL, 2011, s.p.). Esta desubicaci�n se debe al “mundo disperso” (GUERRA, 2006, p. 9) de la protagonista, que est� vinculado con el leitmotiv que dio nombre a la obra: “todos se van”.
El t�tulo revela que la vida de la protagonista est� marcada por separaciones y rupturas que impregnan su infancia con la experiencia de la soledad.[7] Nieve, cuyo nombre contrasta con la condici�n tropical de la isla de Cuba, crece en un lugar id�lico en Cienfuegos, una ciudad costera ubicada en el centro de la isla, y junto a su madre, una artista que trabaja para la radio local y es divorciada. La madre se cas� de nuevo con un hombre sueco llamado Fausto, con quien Nieve manten�a una relaci�n de gran confianza. Cuando la madre tiene que servir en la guerra de Angola durante unos meses �una medida de castigo por parte del r�gimen� el padre de Nieve, tambi�n artista, reclama la guardia de su hija en un juicio que gana. La mudanza resulta dram�tica para la ni�a, porque en el nuevo “hogar” sufre la violencia de su padre, que es alcoh�lico y la maltrata diariamente con golpes. Con �l vive hasta que, a�os m�s tarde, la llevan a un Centro de Reeducaci�n de Menores, que sirve adem�s de internado de hu�rfanos. Cuando una mujer se interesa en adoptar a Nieve, su madre finalmente retoma la custodia por su hija. El diario de infancia cierra con la partida del padre para Miami, mientras que madre e hija van a vivir para La Habana.[8]
El tema principal que caracteriza la infancia de Nieve es el miedo: la angustia de estar sin protecci�n ante el violento y arbitrario poder del padre, el desasosiego frente a la inseguridad cotidiana que origina una reclusi�n solitaria y el temor a las continuas separaciones de sus seres queridos. Esta experiencia de miedo aumenta porque ella, desde su perspectiva de ni�a, no entiende las circunstancias pol�ticas que se le imponen a la vida de la familia. Parad�jicamente, la ausencia de una conciencia pol�tica en el universo infantil va acompa�ada de la omnipresencia de la situaci�n pol�tica en su mundo cotidiano. Un d�a, la madre le dice: “En Cuba la pol�tica est� en lo que comes, en d�nde vives, en lo que tienes y hasta en lo que no tienes” (GUERRA, 2006, p. 187). Por lo tanto, el marco �ntimo del n�cleo familiar refleja a nivel colectivo las desintegraciones de la sociedad cubana en los a�os 70: la vigilancia, las intimidaciones, las ansiedades cotidianas. El protagonismo de la ni�a consiste en que no juzga ni se queja de las circunstancias en las que vive, sino que trata simplemente de sobrevivir en ellas (cf. FERN�NDEZ-HALL, 2007, s.p.). Adem�s, no hay alternativa porque no conoce otro mundo.
En este contexto, destaca el tema de la escasez de comida, algo que forma parte de la memoria colectiva cubana a partir de los a�os 60. El tema del hambre se ha vuelto un t�pico de la literatura cubana contempor�nea.[9] Aparece tambi�n en Todos se van, de modo que el lector lo puede vincular con la situaci�n econ�mica en la isla. No obstante, la protagonista no sufre hambre por la falta de alimentos sino realmente por la privaci�n de ellos a la que el padre la tortura. Entre el miedo a la conducta de desatenci�n y a la violencia paterna, los sentimientos de culpa y el deseo de adaptarse a la situaci�n para que mejore, Nieve, finalmente, toma una postura de autocastigo, o m�s bien de resistencia contra el poder paterno, y entra en una huelga de hambre: “Ahora soy yo la que no voy a comer m�s. Se acab�” (GUERRA, 2006, p. 60). No obstante, a pesar de que enflaquece radicalmente, esta resistencia no origina ning�n cambio: “Sigo teniendo problemas con mi padre y la comida. Nunca me trae nada y cuando me trae me obliga a comer aunque sean las tres o las cuatro de la ma�ana. Me pega, pero no tanto para amoratarme” (ib�d., p. 78). Nieve no tiene forma de salir del c�rculo vicioso de los maltratos: “Sab�a que me pegar�a, lo sab�a bien. Pero no puedo hacer nada” (ib�d., p. 54). El desamparo y la indefensi�n en que se encuentra la ni�a convierten la casa en una prisi�n, un espacio de encerramiento y un lugar amenazante: “Cuando entro a la casa estoy m�s en peligro que cuando estoy fuera. Dice mi madre que la puerta de la casa es lo m�s sagrado que hay pero �sta no es mi casa” (ib�d., p. 66).
Con la ayuda de una profesora que denuncia al padre ante las autoridades oficiales, Nieve consigue finalmente escapar de la casa-prisi�n. Sin embargo, los sentimientos de desamparo, soledad y orfandad se refuerzan cuando se muda al internado. Con su entrada en este “lugar m�s feo que he visto en mi vida”, como comenta en su diario, la psic�loga le explica que no hab�a “m�s lugar donde meterme” (ib�d., p. 92). All�, su mundo sigue dispers�ndose, con personas a su alrededor que la abandonan:
En esta cita, el deseo de poder grabar todos los as� llamados momentos “nuncajamases” revela una reflexi�n profunda sobre la memoria y su capacidad de guardar las im�genes de p�rdida. Este modo reflexivo remite al mismo tiempo a la funci�n de la escritura. El diario, como refugio, alter ego e interlocutor, es el �nico “hogar” para Nieve, el �nico lugar confiable y consistente en un mundo que se desintegra y fractura. As�, la escritura crea un espacio de resistencia que se observa, por ejemplo, en el momento en que la madre se marcha a Angola: “Estoy en huelga de Diario porque se llevaron a mi madre a la guerra de Angola. Esta p�gina est� en blanco en su honor” (ib�d., p. 19). La cita demuestra que la p�gina vac�a constituye un acto de lucha con y contra el silencio y el miedo a la p�rdida. Al mismo tiempo, revela la dificultad de encontrar palabras para las despedidas, es decir, expresar lo indecible. Por lo tanto, Nieve intenta coleccionar y guardar los fragmentos de su desubicado mundo de la infancia, pero no consigue convertir esos fragmentos dispersos en una imagen que tenga sentido.
En cuanto a la diasporizaci�n de la sociedad cubana, la novela autoficcional expresa ante todo el efecto que tienen las partidas en el mundo fr�gil de la ni�ez y luego en la etapa de la juventud. La frustraci�n y la inseguridad que sufre la protagonista, se deben adem�s al hecho de que ella misma pierde la esperanza de irse como los dem�s (algo que se describe especialmente en el diario de la juventud). Queda sometida a los poderes masculinos: el del sistema que rige en Cuba y el de su padre, del que sigue dependiendo a�n despu�s de que �l emigre para Miami, como lo muestra el hecho de que Nieve y su madre tambi�n piden la autorizaci�n de salida:
En Todos se van el intento de irse aparece como una obsesi�n colectiva, la meta de una sociedad entera. Para todos los que no logran “escapar”, esto significa perseverar en la desesperaci�n de quedar cautivo en un ambiente abandonado de una isla que parece volverse cada d�a m�s inhabitada e inhabitable. La novela est� introducida por una cita de Charles Baudelaire: “La patria es la infancia”. Si �a trav�s de esta referencia paratextual� entendemos la infancia como s�mbolo de la patria, queda evidente que la infancia de Nieve representa a Cuba como un espacio fragmentado y desubicado. La despedida se ha inscrito en la memoria colectiva cubana como tema central. As�, se manifiesta al mismo tiempo que la memoria colectiva est� dividida porque las historias cotidianas de familias separadas, ni�os abandonados y amigos perdidos dise�an una imagen sumamente contrastante de la versi�n historiogr�fica del r�gimen revolucionario, que oficialmente proclama la unidad y unanimidad del pueblo. La realidad cotidiana, descrita “desnudamente” en el diario, se opone dr�sticamente a cualquiera perspectiva romantizada de la infancia y asimismo a una perspectiva homogeneizadora de la historia cubana. La novela de Wendy Guerra crea entonces un espacio de “contra-memoria” (ERLL, 2005, p. 265) que se opone a la versi�n oficial y homogeneizadora de la memoria colectiva cubana. En este espacio literario resuenan las voces oficialmente silenciadas en esa voz infantil que trata de superar el silencio de las despedidas.
Toda(s) la(s) historia(s) en el testimonio
Mirta Ojito y su familia salieron de Cuba en 1980, por el puerto del Mariel, en un barco llamado El Ma�ana. Justamente es el nombre de este barco el que da t�tulo al libro de sus memorias personales, publicadas primero en ingl�s (Finding Ma�ana: A Memoir of a Cuban Exodus, Nueva York, 2005) y traducidas al espa�ol un a�o m�s tarde por el cubano Orlando Alom� (Random House/Vintage Espa�ol). Periodista de profesi�n (gan� el Pulitzer de reportajes nacionales en 2001), Ojito combina en sus memorias no solo testimonio autobiogr�fico y ficciones sino tambi�n documentos hist�ricos. De esta manera crea una multiperspectiva, pues no s�lo retrata su propia infancia en los a�os 70, sino que tambi�n da voz a distintos protagonistas del escenario pol�tico que determinaron el curso de los acontecimientos del Mariel.[10] Seg�n Ojito, el puente del Mariel, que conect� esa bah�a al oeste de la ciudad de La Habana con Miami, alter� la historia de los dos pa�ses �Estados Unidos y Cuba� y “cambi� el curso de miles de vidas” (OJITO, 2006, p. 12), incluyendo la suya. Constata que “estaba al tanto de las consecuencias y los rasgos generales del puente mar�timo: las fechas, las estad�sticas, el impacto �bueno y malo� y las im�genes televisadas de desesperaci�n y esperanza, pero mi propia historia era una p�gina en blanco” (ib�d., p. 11).
La motivaci�n de escribir el libro nace entonces del deseo de llenar esa p�gina en blanco, iniciada en su primera vuelta a Cuba en 1998, cuando fue “asaltada” por los recuerdos (ib�d., 9). Durante este viaje, que emprende dieciocho a�os despu�s de su partida, surgen dos vehementes preguntas: �Por qu� “yo y miles de cubanos nos enamoramos de la revoluci�n”? y “�cu�ndo fue que todo se volvi� insoportable?” (ib�d., p. 10).
El testimonio de la infancia se acerca a las cuestiones de exclusi�n e inclusi�n que determinaron la vida de su familia en la d�cada del 70 y en un ambiente marcado por una r�gida ideolog�a socialista. Esto se revela en el t�tulo del primer cap�tulo, “Gusanos”, un t�rmino despectivo con que los cubanos descalificaron a todos aquellos que consideraban “contrarrevolucionarios” solo porque quer�an emigrar. Precisamente, Mirta es hija de “gusanos”, porque sus padres no ocultan ese deseo: “no recuerdo un momento en mi vida en que no supiera que la aspiraci�n m�s acariciada de mis padres era alg�n d�a, de alg�n modo, irse de Cuba, como ya lo hab�a hecho la mayor parte de la gente que conoc�amos” (ib�d., p. 16). Sigue con una enumeraci�n de amigos y familiares idos, d�ndose cuenta de que la despedida y la p�rdida de personas queridas constituyen “sus memorias m�s tempranas” (ib�d.).
La conciencia de que la posici�n de sus padres crea conflictos con el sistema pol�tico empieza con su entrada a la escuela, en la que chocan los valores familiares y la ideolog�a oficial cuando la maestra pregunta qui�n de los alumnos va a la iglesia. La ni�a, en su primera semana de clase, levanta la mano con entusiasmo, para luego entender que el gesto, de all� en adelante, la “marca” como “defectuosa” (ib�d., p. 24) y tendr�a la consecuencia de ser excluida del sistema revolucionario porque, como explica la maestra, no es Dios sino Fidel y la Revoluci�n quienes le ponen la comida en la mesa y le dan los libros y l�pices para venir a la escuela (ib�d., p. 24). Notablemente, a pesar de los obst�culos que enfrenta “como hija de gusanos confesos” (ib�d., p. 29), la formaci�n escolar bajo el r�gimen castrista no deja de influir en Mirta, una buena alumna que participa en las actividades de la organizaci�n de J�venes Comunistas. No es solamente por el deseo de pertenecer sino tambi�n por creer en los ideales de la Revoluci�n, “su designio mayor” (ib�d., p. 143),[11] por lo que ella no toma una actitud de resistencia dentro del sistema escolar, que exige de los ni�os que “entreguen sus almas” (ib�d., p. 10). Por lo tanto, su testimonio no quiere culpabilizar ninguno de los dos “polos”: la Revoluci�n y la familia. A trav�s de los recuerdos revisa m�s bien su conflicto: estar dividida entre las “dos lealtades diferentes” (ib�d., p. 152) que crean tensiones intergeneracionales dentro de la familia. Estas se intensifican durante los a�os de infancia: como “el deseo de salir se convirti� en un modo de vida” (ib�d., p. 17) dentro de la familia, que vive constantes frustraciones con la burocracia cubana en el intento de conseguir los papeles necesarios por emigrar, la protagonista anticipa sin cesar su propia despedida, luchando al mismo tiempo con la pregunta de si el deseo de sus padres realmente corresponde al suyo: “[I]ncluso despu�s de decirle a mi padre que nos sacara de Cuba, no estaba segura de que yo lo seguir�a” (ib�d., p. 87). Este conflicto culmina en 1980, cuando los padres finalmente ven que sus esperanzas pueden volverse realidad, pero temiendo a la vez que su hija se niegue a acompa�arlos. Mirta Ojito documenta con vivacidad c�mo “la oleada de desconfianza” (ib�d., p. 197) infiltra todo un pa�s, que se divide entre los que se van y los que se quedan, los primeros agredidos p�blicamente como “antisociales”, “enemigos” y “lumpens”[12] por los segundos, que estaban animados por la consigna de Castro: “�Que se vaya la escoria!” (ib�d., p. 195 y s.). La protagonista compara esta atm�sfera hostil y violenta con una “guerra civil” (ib�d., p. 194),[13] que abre brechas duras y desesperadas entre familiares, vecinos y amigos, un caos destructor que le imposibilita a la protagonista reconocer su propio pa�s (cf. ib�d., p. 196).
Para la familia Ojito el Mariel resulta ser la “salvaci�n”, la “liberaci�n” anhelada de ese espacio de reclusi�n que es la isla (ib�d., p. 254). Adem�s, en los Estados Unidos, como muchos otros cubanos, Mirta sigue su camino con �xito, especialmente con respecto a su carrera profesional de periodista. No obstante, el corte del “cord�n umbilical” cubano (ib�d., p. 254), el desconsuelo por la separaci�n definitiva de su tierra natal y la a�oranza por su pasado perdido, la persiguen hasta llevarla a escribir El Ma�ana. El hecho de que Mirta Ojito no s�lo revisita su propio pasado sino que indaga profundamente en el momento hist�rico del Mariel, mezclando documentaci�n y ficci�n, historia personal e historia pol�tica, convierten a este libro en un aporte significativo para la memoria colectiva cubana. Al mismo tiempo, el libro ejemplifica c�mo esta memoria se ha transnacionalizado y se despliega en el cruce de dos culturas (Travelling Memory, ERLL, 2011), la estadounidense y la cubana. Tanto la propia autora como muchos de los actores hist�ricos que aparecen como figuras importantes en su reconstrucci�n historiogr�fico-narrativa, viven diseminados por el mundo. Por ello, la narraci�n de Ojito ofrece un di�logo entre las m�ltiples perspectivas conflictivas que existen en la isla y dentro de la di�spora. A pesar de su posici�n cr�tica frente al r�gimen castrista, la escritora emprende el trabajo de memoria para desarrollar su propia perspectiva m�ltiple frente a su pasado, lo que logra ante todo a trav�s de la recuperaci�n de la infancia. En su b�squeda de pertenencia como exiliada cubana en los Estados Unidos, Ojito destaca que ni su infancia ni su patria le pertenecen ya, de modo que la memoria diasp�rica se constituye como una memoria sin refugio:
Conclusi�n
En ambas novelas se destaca que el miedo a la separaci�n constituye el tema central de la reconstrucci�n narrativa de la infancia. Sin embargo, se observa una diferencia fundamental en la comparaci�n de ambas protagonistas de las novelas que corresponde a las biograf�as emp�ricas de las escritoras: una permanece en la isla pero queda separada de los dem�s, otra se va y se separa de su tierra natal. Esta diferencia influye en la dimensi�n memor�stica de los textos: Mirta sufre del anhelo por su tierra perdida, Nieve soporta el abandono en una isla que se ha vuelto prisi�n. A pesar de las diferentes perspectivas, las escritoras muestran c�mo las partidas y las p�rdidas predominan en el mundo de la infancia y c�mo impactan en la diasporizaci�n de la sociedad cubana dentro del marco �ntimo de las familias que se desmiembran. Nos hacen ver, adem�s, que dentro del pa�s socialista, que se autorrepresenta como un bloque de absoluta unanimidad, la cohesi�n social est� profundamente fracturada.
Ambos textos autobiogr�ficos no reconstruyen una Cuba como lugar id�lico, sino como espacio inhabitable. Recuperando los conflictos vividos, las escritoras retan el discurso oficial homogeneizador del castrismo con unas memorias en las que resuena(n) toda(s) la(s) historia(s) oficialmente silenciada(s) en la isla. Sin embargo, estas memorias se han descentralizado y transnacionalizado, tomando en cuenta que Wendy Guerra publica sus libros en Espa�a y Mirta Ojito lo hace en los Estados Unidos, adem�s de publicarlo en ingl�s. Los recuerdos que recapitulan el proceso de la di�spora cubana crean una memoria diasp�rica que no logra encontrar un refugio en los recuerdos, sino que revisita la infancia como lugar desubicado y tiempo desconcertante, como s�mbolo de una naci�n profundamente dividida y desgarrada. La transnacionalizaci�n de la literatura cubana se escribe desde las infancias perdidas y desde sus huellas de abandono irrecuperable. Como apelaciones a una memoria colectiva, los textos de Wendy Guerra y Mirta Ojito nos recuerdan que las experiencias de estas p�rdidas y separaciones finalmente re�nen a todos los cubanos dentro y fuera de la isla.
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[1] Tras el Maleconazo, un estallido de violencia en La Habana en protesta por la extrema situaci�n en que se viv�a, el gobierno decide abrir las fronteras y dejar que todo el que deseara emigrar a trav�s del mar lo hiciera. Durante semanas miles de cubanos se lanzaron a las aguas del golfo de M�xico que separa Cuba de los Estados Unidos. Lo hac�an en botes, fr�giles embarcaciones, balsas y todo lo que pudiera servir para navegar (a�n hoy los balseros siguen ocupando espacio en los titulares de noticias dedicados a Cuba). Pero el primer gran �xodo mar�timo tuvo lugar en 1965 a trav�s de Boca de Camarioca, un peque�o pesquero ubicado al este de la ciudad de Matanzas. Por all� salieron personas de la clase media alta y baja que temieron o simplemente no comulgaron con el socialismo que se estaba implementando.
[2] Es de destacar que Todos se van no se distribuye en Cuba, sino que circula de mano en mano en forma de fotocopia. Cf. Briand (2009).
[3] Es a partir de 1971 -tal vez a partir de la gran Ofensiva Revolucionara, en 1968- que el gobierno asume una sola, monol�tica ideolog�a que entonces convierte a la Revoluci�n en un r�gimen que restringe y que se vuelve r�gido.
[4] En relaci�n con la memoria colectiva como “almac�n de conocimientos”, del cual un grupo deriva una conciencia de unidad, v�ase Assmann y Czaplicka (1995, p. 130). Con respecto a la conservaci�n de los recuerdos por la que la di�spora se constituye como grupo que crea un sentido com�n, v�ase Safran (1991, pp. 83 y s.) y Mayer (2005, p. 13).
[5] “Es una reflexi�n acerca de c�mo el poder afecta a la infancia y la juventud“, dice el director colombiano Sergio Cabrera refiri�ndose a la novela de Wendy Guerra En el a�o 2013 empez� a adaptarla para el cine. Ver: CORRESPONDAL-NOTICINE.COM: �http://www.noticine.com/iberoamerica/36-iberoamerica/19751-sergio-cabrera-vuelve-a-la-gran-pantalla-con-qtodos-se-vanq.html�. Acceso el: 28 mar. 2015. La pel�cula se estren� por primera vez en diciembre de 2014, en el Festival de Cine de La Habana. Ver COLPRENSA: �http://www.elcolombiano.com/todos-se-van-el-regreso-cinematografico-de-sergio-cabrera-DX1415775http://www.noticine.com/iberoamerica/36-iberoamerica/19751-sergio-cabrera-vuelve-a-la-gran-pantalla-con-qtodos-se-vanq.html�. Acceso el: 28 mar. 2015.
[6] Con respecto a la autoficci�n como combinaci�n de autobiograf�a y novela, v�ase Zipfel (2009). La autoficci�n subvierte las caracter�sticas del “pacto autobiogr�fico” planteado por Philippe Lejeune (1975). Este pacto se define por la identidad del autor y del narrador, tanto como del narrador y de la figura, la que le da credibilidad a la narraci�n autobiogr�fica en cuanto a su referencialidad extratextual (ZIPFEL, 2009, p. 287-288).
[7] Seg�n Maurice Halbwachs, la primera experiencia del abandono y de la soledad hace que un ni�o entre en el mundo de los adultos, porque sus recuerdos de esta experiencia ya no son solamente el “souvenir d’enfant” (memoria del ni�o), sino al mismo tiempo un “souvenir d’adulte” � memoria del adulto (HALBWACHS, 1950, p. 21), de modo que estos recuerdos se incorporan en el cadre (el marco) de la memoria colectiva (ib�d., p. 21-23).
[8] La segunda mitad de la novela abarca la juventud de la protagonista. En el an�lisis, me enfocar� en el diario de la infancia.
[9] Esto cuenta especialmente para los autores del “Cuban boom” de los a�os 90, que reflejan la escasez de alimentos durante el per�odo especial. El tema de la Cuba hambrienta y en decadencia lleva a una divulgaci�n creciente de la literatura cubana en el mercado internacional del libro (cf. WHITFIELD, 2008).
[10] Entre los protagonistas se encuentran Bernardo Benes, exiliado cubano en Miami que empez� a negociar con Castro para conseguir una apertura que permitiera las visitas de familiares exiliados a la isla; H�ctor Sanyustiz, que demoli� la cerca de la embajada de Per�, conduciendo un �mnibus p�blico; Napole�n Vilaboa, que le propuso a Castro crear el puente del Mariel para permitir a exiliados cubanos buscar a sus familiares en barcos; y Mike Howell, el capit�n estadounidense de La Ma�ana.
[11] Habla tambi�n del “para�so revolucionario“ (OJITO, 2006, p. 73).
[12] Ojito cita un art�culo de fondo publicado el 27 de abril en el peri�dico cubano Granma (2006, p. 194).
[13] V�ase la observaci�n que aparece en Todos se van: “A veces hasta arrastran por el suelo a los que se van. [...] Est�n igual que mi padre, golpes y golpes sin dejar que uno pueda ir a donde quiera” (GUERRA, 2006, p. 123-124).